El día que pregunté en redes sociales quién se consideraba una persona espiritual, recibí una avalancha de respuestas. La inmensa mayoría, de mujeres.
🚀 Esto es WATIF. El resto es historia.
Cojo la revista de mi pueblo y paso las páginas hasta llegar a la sección de clasificados. Deslizo el dedo lentamente por los nombres de las personas que ofrecen sus servicios hasta que uno me hace detenerme. Ajá, Lucy, tarotista. Llamo. Piiiiip, piiiiip, piiiiip. Me presento como periodista. Vaya, Lucy no puede hablar, está en el gimnasio. La llamo al día siguiente y le pregunto:
—¿Notas que en estos tiempos algo inestables hay más gente confiando en el tarot?
Pensaba que la respuesta sería un sí rotundo, pero Lucy me sorprende: tiene menos clientela. Según ella, el problema es que ahora «hay más tarotistas que pulgas». No le falta razón. Cada vez que hago scroll en TikTok, me aparecen personas tratando de predecir mi futuro a través de la pantalla: mensajes de ángeles, piedras de colores que revelan un mañana ambiguo o predicciones mensuales. Lo curioso es que esos vídeos suman millones de visualizaciones. Quienes nos quedamos viéndolos lo hacemos, quizá, porque pensamos que ese mensaje tenía que encontrarnos.
No soy la única que confía en estas nuevas formas de entender la espiritualidad. Victoria Gabaldón, creadora de MaMagazine, creció en una familia creyente y estudió durante 14 años en un colegio religioso. Aunque aprendió lo que era la fe, nunca la sintió dentro. En cambio, sí conectó con el horóscopo o el tarot.
«Ya no solo buscamos a Dios para que nos sostenga ante la falta de certezas. La espiritualidad está dejando de ser una propiedad exclusiva de las instituciones religiosas para pasar a ser una experiencia personal, variopinta y, en ocasiones, a la carta», me dice.
Victoria es solo uno de tantos ejemplos de personas que han encontrado en las alternativas espirituales una forma de conexión más libre y personalizada. Pero ¿de dónde nace esta corriente? ¿A qué responde? ¿Y qué papel juega la tecnología en todo esto?
Menos creyentes, más espirituales
La explicación la tiene la sociología. Mar Griera, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, me cuenta que en los años 70 la secularización –es decir, la pérdida de influencia de la religión en la sociedad– se entendía como un proceso irreversible. Sin embargo, el panorama actual es mucho más complejo. Aunque la religiosidad ha descendido –el 55,4 por ciento de la población se considera católica (practicante o no) frente al 79,4 por ciento que lo hacía en 2005, según el último barómetro del CIS–, este cambio no se traduce solo en un aumento del ateísmo. También ha crecido el número de personas que se definen como agnósticas, indiferentes o simplemente espirituales. En otras palabras, la libertad religiosa ha multiplicado las maneras de ser espiritual, bien sea a través de los horóscopos o la misa.
Mar señala que, históricamente, las religiones ofrecían un sistema moral, un sentido de vida y espacios para la conexión espiritual. Pero hoy, «en un contexto de capitalismo neoliberal donde cada individuo es autor de su propia narrativa vital, es muy difícil que lo puedan hacer». Así, la fragmentación también alcanza a la espiritualidad: ya no buscamos las tres cosas en el mismo lugar; ahora disponemos de un menú inabarcable frente a nosotros. Cada uno configura su relación con lo sagrado según lo que le resulta útil o significativo.
Los datos lo demuestran. Según un informe preliminar sobre la diversidad religiosa y espiritual del alumnado de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), impulsado por Alba Siguero, Jara Corretjé y Aarón Hocasar, las prácticas de los estudiantes son variadas: el 35,1 por ciento medita al menos una vez al mes, el 17,2 por ciento acude a un retiro espiritual al menos una vez al año, casi el 15 por ciento hace yoga o tai chi y un 18,4 por ciento lee el horóscopo.
Durante estas semanas he hablado con personas que se sienten espirituales sin necesidad de pertenecer a ninguna religión. Tienen entre 20 y 40 años y comparten un mismo anhelo: la libertad de escoger en qué creer y cómo hacerlo.
Bernard, de 31 años, es DJ, astrólogo y fotógrafo. Desde pequeño ha estado imbuido en un contexto espiritual arraigado a la India. Para él, «cualquier cosa que sea menos rígida que el dogma religioso es más atractiva». Blanca, periodista de 39 años, no cree en ninguna religión. Prefiere el tarot y la astrología porque, dice, son «una forma de alivio para el ser humano que muchas veces no sabe enfrentarse a la vida». Como la religión, pero sin que un Dios en concreto «imponga una manera de creer». Jana, de 27 años, es antropóloga y reconoce que, frente a este momento de inseguridad, donde los avances tecnológicos nos llevan la delantera, muchas personas «se cuestionan su sistema de creencias como una especie de grito de auxilio para sentir alivio». Ella, por ejemplo, ha hecho sesiones de reiki y de constelaciones familiares.
Estas maneras de vivir la espiritualidad encajan con una transformación más amplia de la relación que tenemos con las instituciones, me explica Alba Siguero, doctoranda en Sociología y Antropología por la UCM. Si bien hay personas que no se identifican con la iglesia católica bajo una lógica de adhesión total –aceptar todo lo que dice–, tampoco se vinculan con otras estructuras tradicionales, como los sindicatos. Nuestra manera de agruparnos socialmente ha cambiado y, aunque no sea en una institución religiosa tradicional, «se crean unos vínculos» en otros ambientes, como los retiros o las clases de yoga, según me cuenta Alba.
Una espiritualidad a la carta
De esta manera, las religiones pierden su relevancia histórica frente a un tablero espiritual variado. En este contexto, nuestro cuerpo funciona como filtro y verificador de lo espiritual. A diferencia de las religiones tradicionales, donde la autoridad recae en figuras como el sacerdote o los textos sagrados, ahora es el propio cuerpo el que indica qué está bien y qué no. A esta espiritualidad personalizada es a lo que llama Victoria Gabaldón la nueva liturgia del yo.
La explosión de libertad espiritual ha dado como resultado movilizaciones variopintas: desde los retiros donde una amiga lidera una mañana de meditación hasta la iglesia Jedi o la astrología entendida como un lenguaje. Para ahondar más en todo ello, en el WATIF podcast de esta semana hablamos con Mónica Cornejo, Doctora en Antropología y Profesora de Antropología de las Religiones en la UCM. ¡Pasen y vean!
Notas de la redactora
El horóscopo en el amor. Dice Xacobe Pato que la señal definitiva de que te gusta alguien es que empiezas a leer su horóscopo. Y yo digo: sí.
La IA como guía ética. Existen algunas apps, como ChatwithGod o FaithChatbot, que están ocupando el papel que hasta ahora tenían los sacerdotes en la resolución de dilemas éticos. Alba Siguero me comparte ejemplos del uso de estas tecnologías en relación con la fe, extraídos del estudio sobre diversidad religiosa y espiritual entre el alumnado de la UCM. Por ejemplo, una chica musulmana usaba la IA para consultar normas de purificación antes de rezar a falta de tener cerca el Corán y otras personas usan la IA para leer o interpretar su carta astral.
La naturaleza está más vinculada a la espiritualidad de lo que crees. Alba Siguero me cuenta que, aunque no se han encontrado ejemplos actuales de deidades vinculadas al medioambiente, la teoría de Gaia, propuesta por Lynn Margulis, está cogiendo cada vez más fuerza. En ella, la naturaleza deja de ser algo a dominar para entenderse como algo conectado con nosotros. Pasamos del antropocentrismo al ecocentrismo. El cambio, me cuenta Alba, se concreta en prácticas como baños de bosque, meditaciones o rituales de sanación colectiva, que buscan reconectar a las personas con la naturaleza.
El semáforo
🟢 Ya era hora. La empresa española Patitas&Co implantará tres días de permiso por el fallecimiento de una mascota. Así, los 33 empleados de la empresa podrán adherirse a esta posibilidad. Good for them.
🟡 Ni mucho ni poco. A la idea recurrente de que dormir poco es malo para la salud se le suma otra: dormir mucho también, según un estudio. Además de causar deterioro cognitivo, puede impactar en habilidades claras de la vida diaria, como la organización o el control de impulsos. Hoy es un mal día para algunos.
🔴 No puedo creerlo. ¿Una lista de Forbes sobre pódcast y WATIF no está dentro?
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🤝 Hasta la próxima,
Me resulta chocante el tema de la IA como guía ética y al mismo tiempo como la propia tecnología pone en duda nuestra capacidad de discernir qué es verdad y que no, lo que nos lleva a una incertidumbre que a la vez facilita, lleva, promueve, etc, el acercamiento a la espiritualidad como búsqueda de alguna certeza.
Si lo que veo ya no necesariamente es verdad, porque una inteligencia artificial lo creó, pero a la vez estamos tan inmersos en el mundo digital que se mezcla con el analógico y moldeamos nuestra experiencia en ambos planos, por lo cual nuestra certeza del entorno entra en crisis y es probable que nuestra percepción ya no sea absoluta, el plano de lo absoluto vuelve a estar lejos de la capacidad nuestra como seres humanos racionales y nos tenemos que refugiar en algo mayor: lo espiritual, "el mundo de las ideas", la religión.
Claro que deja de ser la experiencia colectiva que fue hasta entonces y ahora hay una atomización de adaptar las creencias a nuestra individualidad y este movimiento "contra iluminista" no deja a las instituciones como un poder fuerte, como pudo ser en otras épocas.
Creo que le falta sentido a lo que escribí, pero me llamó por ese lado