Hace un par de años, unas excompañeras de clase me hablaron de una aplicación que te permite recibir mensajes privados de cantantes de pop coreano. Al principio no me lo podía creer: ¿pagar por recibir la interacción personalizada de tu artista favorito? La Mar de 9 años fan de Joe Jonas hubiera flipado. Pero tiempo después me pregunté si no sería eso un síntoma más de la soledad de la que tanto se habla hoy en día. Que haya Ministros de Soledad en Reino Unido o Japón también nos da pistas.
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Pongamos que se llama Mario. Vive en una de esas inmensas torres de cemento que pueblan las ciudades y trabaja desde casa picando código. Si Mario fuera católico, podría empezar su mañana charlando con Dios; y si tuviera ocho años, asegurándose de que su Tamagotchi está bien alimentado. Pero ni es creyente ni tiene una mascota virtual. Lo que hace Mario nada más levantarse es mirar el móvil bajo las sábanas –como el 80 por ciento de los españoles que se conecta desde la cama– y ameniza la mañana de trabajo escuchando diferentes pódcast. Cuando acaba la jornada laboral, no tiene plan. Le cuesta socializar, así que se conecta a Twitch y sigue el directo de algún streamer. Antes de acostarse, entra en su cuenta de OnlyFans para ver los vídeos privados de una creadora estadounidense. Él también se ríe cuando, en una mesa entre conocidos, la gente afirma: «No conozco a nadie que pague por OnlyFans». Ja, ja, ja.
La vida de Mario es solitaria. Forma parte del 32 por ciento de hombres entre 18 y 29 años que experimenta soledad en España. Sus relaciones se establecen a través de internet: la chica de OnlyFans, el streamer de Twitch, su podcaster preferido, aunque no logran hacerle sentir menos solo. Al fin y al cabo, son las interacciones cara a cara las que más ayudan a reducir el sentimiento de soledad. Las consecuencias son directas y están reflejadas en diferentes estudios: los jóvenes hoy en día salen menos de fiesta y ven menos a sus amigos. Internet funciona como parche y catalizador: vehícula las relaciones online –con amigos de otros pueblos, con gente con intereses compartidos o con famosos a los que adoras– y también alimenta esa madriguera digital donde pasamos cada vez más tiempo.
Vivimos en un contexto donde la socialización en línea predomina sobre la presencial, bien sea por cómo están construidas las ciudades, nuestros horarios de trabajo, los cambios en el ocio o los dispositivos digitales. En esta realidad, las relaciones parasociales han encontrado abono para expandirse. Este tipo de interacciones son unidireccionales, porque la persona con la que te relacionas no tiene ni remota idea de tu existencia. Pasa con un creador de TikTok, con un participante de Operación Triunfo o con el miembro de una boy band, aunque hace más de 70 años el término se vinculaba a la relación con figuras políticas, dioses o incluso espíritus.
Es común crear este tipo de vínculos: yo misma he llegado a hacerlo con grupos musicales como los Jonas Brothers o influencers como Carlos Peguer. En Estados Unidos, cinco de cada diez personas afirman haber forjado una relación parasocial y los datos muestran que es mucho más común entre los hombres jóvenes de 16 a 24 años. Puede sonar contradictorio, pero no lo es: la gente anhela establecer conexiones; tanto, que prioriza las relaciones ficticias por encima de las reales. En ellas, no existe el rechazo y siempre tiene cabida la aceptación.
Alquila a un amigo o paga por hablar con tu ídolo
De algo tan primario como un abrazo hay empresas sacando rédito. Noreena Hertz explica en su libro The Lonely Century la historia de Carl, un desarrollador de software que gastaba 80 dólares la hora para que alguien se acurrucara con él. Se había mudado de Idaho a Los Ángeles y no conocía a nadie. Tal era su necesidad que acabó pagando miles de dólares a la semana por recibir contacto físico. Hay páginas web, como Rent a Friend o iFriend, que te permiten alquilar amigos o ganar dinero siendo tú uno. Entonces ¿para qué ir al cine o tomar una cerveza sin compañía cuando puedes comprarla?
Otras aplicaciones también ofrecen ese falso sentimiento de socialización: desde los Meet and Greet, en los que se pagan cifras astronómicas por compartir cinco minutos con artistas antes de su concierto, hasta Cameo, para recibir la felicitación personalizada de un famoso, o Bubble, una aplicación desarrollada por la empresa Dear U que lo está petando entre el fandom de K-Pop. La aplicación permite a los usuarios recibir mensajes exclusivos de sus idols mediante una suscripción de 4,50 euros al mes. Parece personalizado, pero realmente es algo programado: el idol manda un mensaje que llega a los teléfonos de todas las personas que estén suscritas a su perfil para recibirlo. Aun así, la comunicación directa crea una sensación de relación auténtica con las celebridades, algo que empieza a resonar en Occidente con plataformas como Weverse, que cuenta con la presencia de figuras internacionales como Ariana Grande o Gracie Abrams.
Karma, de 24 años, es una chica catalana que usó Bubble durante año y medio: primero pagando por recibir mensajes de Han, del grupo Stray Kids, y después por Gun-il, de Xdinary Heroes. Me cuenta que lo hizo porque le generaba curiosidad saber cómo funcionaba la app y qué dirían sus artistas favoritos. En su caso, no recibía mensajes semanales, más bien actualizaciones quincenales, pero hay algunos idols que entran a diario a la app e interactúan con sus fans: les explican qué han comido, dan los buenos días o las buenas noches y les detallan temas relacionados con las actividades del grupo musical al que pertenecen.
«Este tipo de apps alimentan esas relaciones parasociales y, si no sabes separar la realidad de la ficción, puede ser algo peligroso». Me pone un ejemplo: ciertas personas de su entorno creen tener una amistad real con los idols fruto de la interacción en estas plataformas. Olvidan que este vínculo es transaccional y se genera una relación de dependencia. «Necesitan interacciones constantes para seguir con su vida», dice Karma. «Usan estos servicios de mensajería para llenar un vacío».
La IA sirve, para mucha gente, como un interlocutor viable con el que establecer una relación. Estoy hablando de usar a ChatGPT como pareja o a Claude, otro chatbot, como psicoterapeuta. ¿Son este tipo de relaciones una manera de sentirnos menos solos o una forma de alejarnos del mundo? Según la tesis de Leslee Bennett, si bien pueden servir como una vía de escape para personas que se sientan solas, pueden provocar soledad, aislamiento social y depresión.
Ya nadie va al skatepark
Hay profesionales teorizando sobre los motivos detrás de la soledad que nos empuja a buscar vínculos digitales, y todos parecen apuntar al mismo blanco: faltan espacios donde reunirse y sobran lugares que fomentan el individualismo. Es algo evidente en la realidad adolescente: en vez de quedar en el skatepark o la tienda de chuches del barrio, ahora se habla en Discord o en el chat de la PlayStation 5. El sociólogo Eric Klinenberg afirma en un artículo para The Atlantic que a partir de 1970 el gobierno estadounidense ralentizó la construcción de espacios públicos. En España es algo que está a la orden del día. Si a eso sumamos el tiempo que pasamos frente a las pantallas o en redes sociales, podemos encontrar una posible explicación al aislamiento social.
La lógica de la viralidad ha transformado nuestras relaciones. Hoy buscamos el ocio en actividades individuales, como las redes sociales, las plataformas de streaming o apps de pago, en lugar de opciones sociales, me cuenta por videollamada Esteban Sánchez Moreno, catedrático de sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Según él, los likes y comentarios ofrecen una «aceptación ficticia y una sensación inmediata de satisfacción». Esto explica por qué hay tanta gente que mira el móvil incluso estando rodeada de amigos en un bar; por qué hay personas que se sienten más a gusto socializando en línea que cara a cara.
La pregunta es clara: ¿puede la red social sintética, plagada de bots, contenido viral e interacciones efímeras, empujarnos hacia relaciones también artificiales? Mientras algunos anhelan la presencialidad –y asisten a clubes de lectura o clases de cerámica–, otros ven en las opciones en línea una vía para alejarse más de un mundo que no les convence, que puede que les expulse o donde no encuentran cabida. En el espacio digital se respira diferente, pero eso no deja de ser, en ocasiones, algo aislante.
No es un asunto de escoger entre digital o presencial –ya me dice Juan Gómez Bárcena, autor de Mapa de soledades, que ni sociabilidad permanente ni soledad constante son buenas consejeras–, sino de encontrar un terreno común. Y ser capaces de detectar, como bien señala la periodista estadounidense Delia Cai, el modelo de negocio tramposo de estas aplicaciones, basado en «mantener secuestrada la conexión humana, idealmente por una cuota mensual».
El semáforo
🟢 Buenas noticias para los lectores Z. A menudo las portadas de revistas se llenan de referentes que quedan muy atrás para los lectores Z, pero la edición de febrero de Cosmopolitan en Estados Unidos es todo lo contrario. La portada la protagonizan Macaulay Culkin (de la película Solo en casa) y Brenda Song (la famosa London Tipton de la serie Hotel, dulce hotel). Sé que quien creció con ambos estará feliz con estas imágenes.
🟠 Hace unos meses publiqué un artículo en VOGUE sobre cómo las marcas están queriendo acercarse al usuario sobresaturado. Algunas ya han encontrado la manera: turismo del sueño. Hipnoterapeutas, tecnologías de infrarrojos para dormir mejor o tratamientos ayurvédicos. Lo jorobado de esto es que se tenga que recurrir –quien tiene dinero– a este tipo de retiros para descansar. El resto nos tendremos que conformar con un poco de melatonina antes de acostarnos.
🔴 La realidad a veces supera la ficción. En Japón, las mujeres mayores están robando para ir a la cárcel y no sentirse solas. Akiyo es una señora de 81 años encarcelada por robar comida en una tienda. «Hay gente muy buena en esta prisión», dice. «Quizá esta vida sea la más estable para mí». El principal atractivo de vivir en prisión para estas mujeres ancianas, que normalmente no tienen relación familiar, pasa por obtener compañía, comidas regulares y asistencia sanitaria gratuita.
🫶 ¡¡¡Volvemos a Barcelona!!! 🫶
No sabéis lo contenta que me pone anunciar que el siguiente WATIF live! lo celebramos en Barcelona. Apunta la fecha en Google Calendar: 12 de febrero. Hablaremos sobre un tema sorpresa, con invitados sorpresa y… ¡cervezas! Traéte a familiares, amigos, compañeros de curro… esa decisión la dejamos en tus manos.
Los miembros de la comunidad de WATIF ya se han hecho con unas cuantas entradas con descuento. Si tú también quieres ahorrarte unos eurillos, puedes unirte a la comunidad, y si no compra tus entradas AQUÍ. ¡¡¡Esperamos verte!!!
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🤝 Hasta la próxima,
Un tema interesante y cada vez más relevante. Sin embargo, de nuevo el foco–y por tanto la culpa–en el individuo. Echo en falta reflexiones más profundas que en vez de cuestionar acciones individuales se atreviesen a criticar el sistema que las motiva. Incluso este artículo forma parte de la burbuja y soledad que se referencia.
Qué interesante la reflexión, Mar. Nunca dejará de sorprenderme la capacidad de la gente para monetizar tendencias sociales. La soledad no iba a ser menos, claro.