Después del WATIF live! del miércoles (donde grabamos el podcast con público y bebimos cervezas gratis) estuvimos de charleta hasta las tantas. Una de las conversaciones trataba justo sobre esto: las nuevas formas de familia.
🚀 Esto es WATIF chill, la newsletter en la que reflexionamos sobre este mundo cambiante desde un punto de vista más personal. El resto es… el finde.
Hace unas semanas, leía en el New York Times una pieza titulada: «La pena silenciosa de no ser abuelos». En ella, la periodista daba voz a los padres cuyos hijos han decidido no tener descendencia. Los entrevistados afirman que, aunque respetan la decisión de sus hijos, sienten que una parte importante de su propia vida, la de los cuidados familiares, se acaba. Lo puedo llegar a comprender; como cualquier otra persona, ellos también han fantaseado con aquello que supuestamente toca por edad, bien sea una jubilación digna o alguien de quien cuidar.
La terapeuta Claire Bidwell Smith, autora del libro Conscious Grieving, vincula la raíz de la pena a que muchos perciben a los nietos como una especie de recompensa por envejecer. «Es como cuando tus amigos se casan o tienen hijos y tú no», dicen, con la diferencia de que, en este caso, se trata de fardar de nietos a través de fotografías (¡mira qué monería hace!; ¿ves esta carita?) o ir a buscarlos a la salida del colegio. La vida es un permanente tira y afloja entre encajar dentro del statu quo o que te importe un bledo no hacerlo.
Nunca había pensado en que ser o no ser madre impactará directamente en la etiqueta que también reciban mis padres. Sí he llegado a imaginarlos cuidando de sus posibles nietos, pero esa imagen nunca ha influido en mi decisión de querer serlo, por más contenido que vea en redes sociales sobre hijos confesándole a sus padres que van a ser abuelos de maneras emotivas y variopintas, desde un test de embarazo a petos tamaño bebé con el bordado ¡Tengo a la mejor abuela!.
Más allá de la pena “silenciosa” que arrastran algunos de esos casi-abuelos-pero-no, el reportaje y el revuelo que causó me llevaron a plantear lo siguiente: ¿estamos abocados a vivir en un mundo sin nietos y sin abuelos?
España es uno de los países con la tasa de natalidad más baja de Europa. En casi 50 años, el número de hijos por mujer se ha reducido a la mitad hasta alcanzar el 1,19 en 2021. Es algo curioso si tenemos en cuenta que hay 6 animales de compañía por cada niño en nuestro país. Además, una investigación reciente de The Lancet concluía que el 97 por ciento de los países no tendrá tasas de fertilidad lo suficientemente elevadas para mantener el tamaño de su población en 2100.
Los factores que influyen en la bajada de la natalidad los conocemos de sobra: son económicos, son de vivienda, son climáticos o de fertilidad. Puede que exista cierto estigma a ser madres solteras o tal vez sea una cuestión de no estar preparada cuando el reloj biológico apremia. El foco siempre ha estado en las causas –y eso tampoco ha mejorado la situación–, pero no tanto en el devenir: las formas de familia del mañana.
Tengo amigas con hijos y amigas que probablemente no sean madres nunca; amigas que cuentan con una red de apoyo familiar y otras que forman esos lazos a través de la amistad y la comunidad. Las que priorizan una vivienda a una familia; las que se preguntan si algún día estarán seguras de querer ser madres. Las que prefieren los perros a los niños; las que simplemente no imaginan su vida con descendencia.
Eso me lleva a pensar en una sociedad donde haya más parques de perros que infantiles, donde la herencia familiar cada vez se haga más pequeñita y se agrande la de las amistades, donde prime el trabajo a la crianza. Habrá gente a la que le suene mejor ese mundo, algunos pueden incluso argumentar que ya estamos en él.
El reloj, mientras, continúa haciendo tic-tac y, a medida que las agujas se mueven, también lo hace el significado de palabras como legado, herencia o comunidad.
Recomendaciones en el chat
Me he inspirado en nuestra amiga Carmen Pacheco, autora de los boletines OLA y Flecha, para pedirle a Bosco una desrecomendación cultural. Y lo que cuenta te sorprenderá.
Me he reído
Es probable que hayas visto este clip en redes sociales. También es posible que no hayas entendido absolutamente nada de lo que está sucediendo en la entrevista con las estrellas de la película-musical Wicked, Ariana Grande y Cynthia Erivo. No te culpo, yo tampoco.
La entrevistadora les comenta algo sumamente raro: People are taking the lyrics to ‘Defying Gravity’ and really holding space with that. Aunque sepas inglés, eso de holding space no tiene mucho sentido. Cynthia se emociona y dice que es justo lo que esperaba de esa canción, aunque no la ha escrito ella y lleva 20 años sonando, y Ariana Grande decide consolarla agarrándole de una uña extralarga. Luego la periodista aclara que ese people, esa gente que se estaba emocionando con la canción, fueron solo dos publicaciones. La situación en sí es surrealista e internet, cómo no, le sacó partido:
Lo que pocos saben es que la entrevista se hizo un día y medio después de las elecciones estadounidenses y la periodista estaba tratando de formular una pregunta sobre la gente del colectivo LGTBIQ+ que encuentra fuerza en la música. Las actrices respondieron con tanta emotividad que la comunicadora se puso nerviosa. Lo explica aquí.
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Qué interesante este tema. El titular del NYT es, además, redondo.
Me gustaría preguntaros una cosa: ¿creéis que vamos hacia un modelo de sociedad más anglosajón, menos basado en la familia? ¿Que la falta de un vínculo tan fuerte en las relaciones familiares como son los nietos nos llevará al típico "nos vemos una vez al año en Acción de Gracias"?
Cuando yo era pequeña (allá en el Pleistoceno), mis abuelos venían a casa prácticamente todos los días, entre otras cosas para ayudar a cuidarnos. Hoy no hay nietos en mi familia y, por tanto, no hay necesidad de compartir tantas horas ni de encontrarse tan a menudo. Como consecuencia, convivimos menos.
Buen artículo, abuelos sin nietos puede ser otro de los síntomas de la tendencia a la individualización de la sociedad. Me parece que cada vez más el individuo es el centro de todo, en detrimento del grupo (sociedad). Tener hijos debería estar siempre en el grupo de mejores opciones vitales a elegir, pero me parece que, esta opción cada vez más va formando menos parte de ese grupo.