En un momento donde todos los ojos apuntan a Venecia por el enlace del magnate Jeff Bezos y la periodista Lauren Sánchez, nada mejor que hablar de bodas. Sus excentricidades: una fiesta de la espuma y otra de pijamas. En China, los jóvenes están dando carpetazo a la idea de que debes gastarte 30.000 euros (mínimo) para casarte. ¡Mira!
🚀 Esto es WATIF. El resto es historia.
Eloise Bridgerton lleva a su madre por el camino de la amargura. Se pasa el día rodeada de libros, buscando la compañía de sus amistades y sin interés ninguno en usar el abanico y el pestañeo como armas de seducción. En comparación con sus hermanas, Daphne o Francesca, Eloise es la ovejita descarriada. Así no hay quién consiga casarla. Ni siquiera su madre. En ficciones como Los Bridgerton o Manual para señoritas, ser casable es el centro de la trama. Debes ser elegante, fina y recatada; escuchar con interés lo que te cuenta tu interlocutor y reírte de todas las bromas. Comer con mesura y adaptarte como un camaleón a los deseos de otros. ¿La recompensa? Un marido y un futuro asegurado.
Ahora la situación es completamente distinta. Lo que antes era motivo de escándalo –no querer casarse– hoy encaja en una realidad donde el amor adopta la forma que cada uno quiere darle. Como escribe el aclamado sociólogo Zygmunt Bauman en su ensayo Amor líquido, el viejo estilo de matrimonio ‘hasta que la muerte nos separe’ ha sido desplazado por un ‘veremos cómo funciona’. Basta con preguntarle a tus abuelos para entender el cambio de paradigma: para ellos, el matrimonio era un sacramento, una promesa de unión eterna o un pacto para lograr un posicionamiento económico. No sucederá lo mismo si lanzas la misma cuestión a un Z: el matrimonio es una rave del amor con toros mecánicos y servilletas al aire. La terapeuta sexual Esther Perel, autora del ensayo Mating in Captivity, lo resume bien: «Hoy en día, el emparejamiento es una empresa de libre elección, y los compromisos se construyen sobre el amor».
Bajo esa premisa, Swen Seebach, vicerrector de la Universitat Abat Oliba y sociólogo especializado en parejas y amor, señala que el matrimonio está viviendo un pequeño regreso. Los datos lo confirman: entre 2012 y 2022, el número de matrimonios creció un 6,3 por ciento. Según el académico, este repunte se explica por la importancia que dan los jóvenes a los rituales, algo que se hizo aún más evidente tras la pandemia. «El matrimonio va a tener un papel, no como consolidación del reconocimiento social, sino como un juramento de confianza y de permanencia». El experto lo tiene claro: bajo un nuevo significado, el matrimonio se ve desde otra luz.
Y tú, ¿eres casable?
Sin embargo, hay conceptos que siguen encajando en el molde tradicional, aunque el matrimonio haya adquirido nuevos sentidos. Ser casable continúa siendo una insignia que portar con orgullo; no serlo, la letra escarlata que marcará tu futuro. El concepto marriage material combina ideas tradicionales con otras más modernas y cambia según el género. Para los hombres, «que sea presentable en familia», me dice Martina, una italiana de 28 años; «un tío que haya ido a terapia y sea corresponsable, de verdad, en las tareas del hogar», apunta Elena o «que sepa lo que quiere y tenga una cabeza ordenada», me explica Elba.
Las mujeres, en cambio, son analizadas con otra vara de medir. «[El término] no se usa tanto para ensalzar una conducta sumisa como para destacar que una persona no lo es», me dice Arnau. Lo ejemplifica así: una mujer que publica una imagen sugerente en bikini en alguna red social no es casable. Sí lo es, en cambio, quien se muestra mucho más cohibida. Las tradwifes favoritas de las redes sociales, como Ballerina Farm o Nara Smith, son claramente wifey material. Así, «no es que se ensalce una figura, sino que se desmerece a otra», reflexiona el joven.
De esta manera, el baile de etiquetas sigue vigente y se refuerza o se diluye según el círculo social en el que te muevas. En otras palabras, dime con quién andas y te diré quién eres (o con quién acabarás casándote).
Emparejamiento selectivo
Los datos en España revelan una clara tendencia: la gente con estudios universitarios tiende a casarse entre sí, y lo mismo ocurre con los que tienen menos formación. En el amor también existe la endogamia educativa: los muy formados y los menos formados perpetúan sus burbujas, según cifras del INE. Aunque uno podría llegar a pensar que las aplicaciones de citas como Tinder o Bumble rompen ese patrón, no hacen más que replicarlo: en una investigación conducida por Tinder las mujeres usuarias prefirieron perfiles masculinos con estudios superiores.
Swen Seebach lo achaca a las burbujas de consumo. Si el match antes era a nivel socioeconómico, hoy se vincula a lo que consumimos: «qué tipo de música o ropa nos gusta». De esta manera, cuando elegimos relacionarnos con personas que comparten nuestros gustos e intereses, en realidad también estamos filtrando sin querer a quienes pertenecen a un entorno socioeconómico parecido al nuestro.
Sí, seguimos casándonos con nuestros iguales pero otorgando a la promesa un significado propio. Recuperamos lo de siempre, pero lo despojamos de las partes que no nos interesan. Añadimos una nueva ristra de valores e interpretaciones hasta dotar al matrimonio de otro sentido. El que nos funciona a cada uno.
Para mí continúa siendo, por encima de todo, el anhelo de que yo también viviré un para siempre. Aunque puede no ser más que un espejismo. ¿Qué significa para los invitados del último WATIF live! de la temporada? Clica y descúbrelo. Te advierto: saldrás con un montón de ideas sobre lo que NO hacer en una boda. Especialmente, con peces y velas.
El semáforo
🟢 Anna Wintour se despide de la dirección de Vogue US. Quien inspirara el personaje de Miranda Priestly en El diablo se viste de Prada da un paso al lado para encargarse de labores más estratégicas e internacionales en el grupo Condé Nast. Está en verde porque tengo MUCHA CURIOSIDAD por saber quién va a reemplazarla.
🟠 Se acabaron los catfish. En California, Tinder ha puesto en marcha el reconocimiento facial para verificar los perfiles y acabar con la suplantación de identidades. Así, los nuevos usuarios están obligados a realizar un escáner biométrico llamado face check para confirmar que su rostro coincide con las fotos de su perfil. Genial para evitar engaños con potenciales citas, pero… ¿qué pasa con la protección de datos?
🔴 «Te castigan por escribir demasiado bien». La herramienta que prometía facilitarnos la vida está complicando la de los estudiantes chinos. Ahora, las tesis universitarias deben tener menos del 30 por ciento de contenido generado por IA. El problema es que los detectores están marcando como IA los textos que no han sido escritos por ella. ¿El resultado? Textos pobres y básicos para evitar la confusión con una IA. What a time to be alive.
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