Hace unas semanas, la revista GQ publicaba un ensayo anónimo y los lectores se volvieron locos intentando descubrir quién era el autor. Es curioso cómo percibimos el anonimato: si un texto está firmado por una IA, la reacción suele ser esta 😡, pero si sabemos que detrás hay un humano, es otro cantar 🙂.
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En el hilo de Reddit «¿Es la IA una amenaza para los ghostwriters?», varios usuarios se preguntaban cómo podía la inteligencia artificial afectar a los escritores fantasma, aquellos autores que escriben una pieza, bien sea una obra literaria, un informe o un guion, sin firmarla. Uno de ellos, SpaklePuppy, explicaba que después de haber confiado la escritura de 10 capítulos a un ghostwriter, estaba planteando decantarse por la IA y prescindir del escritor. El motivo era claro: el asistente virtual lo había hecho mejor, a su parecer, que el plumilla de carne y hueso.
Las proezas de la IA son cada vez menos sorprendentes (en uno de nuestros últimos pódcast, un chatbot dio mejores consejos amorosos que Emilio y yo), pero dejan ciertos interrogantes: ¿hasta qué punto afecta a los ghostwriters la entrada en escena de otro autor fantasma; en este caso, la IA generativa?
El presidente Pedro Sánchez ha escrito sus dos libros con la ayuda de una autora en la sombra y la influencer Lola Lolita confesaba en el espectáculo humorístico de Juan Dávila que sus cuatro libros los había escrito con asistencia (guiño, guiño). Que no seamos conscientes del tecleo silencioso no quiere decir que no esté ahí.
Carlos Otto es periodista freelance y lleva un lustro escribiendo discursos, estudios e informes para otros. Me cuenta que se sorprendió al ver en televisión a un señor con traje y corbata leyendo un discurso que redactó él, desde casa, en pijama y comiendo cereales. La escena es más común de lo que parece: cuando se trata de una columna de opinión firmada por un CEO en un medio, lo más probable es que no sea de creación propia. Detrás de ellos están los escritores fantasma.
Pero optar por el anonimato abre otras incógnitas. Teresa, que dejó los medios para trabajar en gabinetes de prensa, me explica que hace apenas dos semanas el expresidente Mariano Rajoy presentaba el libro Discursos parlamentarios de Mariano Rajoy Brey al hacer uso de una prerrogativa que el Congreso ofrece a los expresidentes. Como escritora fantasma, Teresa plantea: «Al presidente del Gobierno y a cualquier personalidad de ese calibre se le escriben los discursos. Me llamaría mucho la atención que cualquier dirigente para los que he trabajado cogiera y publicara un libro con sus discursos firmándolo él cuando lo he escrito yo».
A esta situación ya de por si peliaguda hay que añadir la irrupción de la inteligencia artificial. Teresa considera la IA como la «becaria espabilada» de su agencia de comunicación. La herramienta le ayuda a digerir informes, transcribir audios o esbozar primeras versiones «infumables» que usa como ejercicio creativo. No cree que sea una amenaza, porque requiere de formación y supervisión, pero sí la ve como un elemento transformador que empujará a la profesión creativa hacia «aquello que nos hace genuinamente humanos».
No todos comparten esta postura constructiva. Mark Anthony Tierno se considera «mejor que casi cualquiera» escribiendo novelas propias y para otros, algo que no cree que la inteligencia artificial pueda hacer. Aunque admite que la IA tiene la capacidad de crear títulos «pasables», solo es posible si está entrenada por gente con su talento. Y esa no es una tarea que esté dispuesto a asumir.
Infumables o pasables, la realidad es que el espacio digital se ha convertido en un escaparate de contenido generado por IA, con trabajos académicos o artículos escritos enteramente con ChatGPT y mensajes de bots atestando nuestra bandeja de entrada. En inglés, esta chatarrería de contenido de baja calidad ya tiene un nombre: slop, y algunos temen que sea capaz de atascar las tuberías de la información en internet hasta convertirlo en un lugar inservible.
Algo así sucedió con la revista de ciencia ficción Clarkesworld, que se vio obligada a parar la recepción de historias durante algunas semanas por la avalancha de relatos generados por inteligencia artificial. 700 estaban escritos por humanos y 500 por IA, según estimaron. Todos los textos creados artificialmente pecaban de usar la misma estructura: comenzaban con una frase evocadora («en el año 2250 y pico»); seguían dibujando un escenario donde la Tierra había entrado en colapso y solo tres científicos podrían salvarla y acababan con un final digno de Star Wars. La situación, sumada a la «calidad muy pobre de escritura», hizo que la publicación no aceptara historias escritas, coescritas o asistidas por IA.
El asunto, lejos de ser anecdótico, ya se ha trasladado al espacio físico. Derek Sullivan, catalogador de un sistema de bibliotecas públicas de Pensilvania, afirma que ya hay libros generados por IA llegando a las estanterías. La primera vez que se dio cuenta de ello fue por un libro de recetas de un autor inexistente que recomendaba un nutritivo almuerzo a base única y exclusivamente de salsa marinera. Lo que parece una curiosidad deja de serlo cuando planteamos que la IA también puede tratar temas de valor relacionados con áreas clave como la salud mental o las finanzas.
El uso de la IA no solo se ha notado en la recepción de manuscritos o en los estantes de las bibliotecas, también en la oferta de trabajos creativos. En Kenia, su uso ha afectado la estabilidad laboral de los ghostwriters dedicados a redactar trabajos para estudiantes angloparlantes. Y en Reino Unido, una empresa tecnológica ha despedido a 60 editores y redactores para reemplazar sus funciones con ChatGPT. Los datos corroboran el impacto que la tecnología tiene en estos empleos: un informe del Imperial College Business School, Harvard Business School y el Instituto Alemán de Investigación Económica constató que la demanda de profesionales freelance disminuyó un 30 por ciento desde el lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022:

Pese a todo, la IA también presenta limitaciones. Los modelos de lenguaje que conocemos buscan los patrones, «los usos más comunes», como señala el periodista Antonio Ortiz, de la newsletter de tecnología Error500. Eso significa que «la IA no es genuinamente creativa, o creativa en el mismo sentido que lo es un ser humano. La regurgitación de patrones comunes no nos va a dar resultados excelentes, brillantes o de buena literatura».
De hecho, Antonio ve una oportunidad en que los creadores integren la IA «en algunos momentos de su proceso creativo». Un escritor puede valerse de un modelo de lenguaje de código abierto y moldearlo a su estilo para ayudarle a componer texto o a salir de baches creativos concretos, hasta convertirse en «una suerte de segundo escriba». Y apunta:
«Una IA puede imitar el estilo de André Breton y escribir como él, pero no puede plantear un Manifiesto Surrealista1 porque no tiene la capacidad de hacer un salto abductivo o desafiar los límites como lo hace un ser humano. La creatividad humana implica una voluntad y un deseo que la IA no posee».
En este momento, la IA generativa es ese líquido capaz de colarse en cualquier trabajo intelectual y creativo. La opacidad que rodea a los ghostwriters –casi todos desconocidos, autónomos y sin la protección que, por ejemplo, han tenido los guionistas de Hollywood este último año– resulta propicia para que la inteligencia artificial gane terreno y amenace un trabajo ya de por sí cargado de incertidumbre. Aunque, tal y como remarca Carlos Otto, cuando un jefe no está satisfecho con un trabajo pero no sabe dar instrucciones claras para mejorarlo, «suerte diciéndole ‘dale una vuelta’ a una IA».
El semáforo
🟢 La moda llega a la NFL. La Liga de Fútbol Americano ha contratado a Kyle Smith como editor de moda. El objetivo es trabajar con los atletas para crear y compartir contenido de sus atuendos y ayudar a los deportistas a construir vínculos con marcas y revistas. Me parece una decisión inteligente. Ya hablamos con Antoni Daimiel sobre la relación entre el streetwear y el deporte. Era cuestión de tiempo empezar a sacarle partido.
🟠 ¿Más vino, pero menos cerveza? La industria vinícola está en auge en los países bálticos y escandinavos, donde el aumento de las temperaturas fruto del cambio climático está facilitando la producción del vino en sus territorios. En cambio, la cerveza está sufriendo porque el lúpulo y la cebada cuestan más de cosechar que antes. ¿Qué pinta tendrá la industria del alcohol en 10-20 años si esta tendencia se mantiene? ¿Adiós al boom de la cerveza artesanal?
🔴 Continúa el drama legal entre Blake Lively y Justin Baldoni (y empieza a ser too much). Ahora Baldoni, director de la película It Ends With Us que coprotagoniza con la actriz, ha creado una página web llamada thelawsuitinfo.com para compartir, en abierto, la denuncia a Lively y una cronología de hechos relevantes del caso. ¿Nadie está asesorando a este par?
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El Manifiesto Surrealista, escrito por André Breton en 1924, es un ejemplo de innovación radical que desafió las convenciones literarias y artísticas de su tiempo.
En una sociedad donde lo mas importante es consumir, la IA eventualmente va a ganar terreno en todas las artes. Pero para aquellos individuos que saben apreciar la originalidad y lo humano, nunca estarán satisfechos con lo que la IA produce.
No niego que es inevitablemente util para analizar informacion y usarlo como herramienta de trabajo, pero aún habrá cosas en las que el humano no podrá ser replicado. Por ahora, solo queda aprender a usar la IA correctamente, asi como apoyar aquello de calidad que esta hecho por otras personas como nosotros.
Carlos Otto, gran periodista y muy conocido, entre otros, en el sector tech.